26.1.08

fantasmas


Aún me despierto de madrugada sin saber dónde estoy, sin idioma al alcance, muda, afásica, sin lugar, sin hogar, y sin estar. Por las sombras del departamento pasean los fantasmas, arropados en el olor a Santiago invernal; una mezcla de gas licuado, humedad, esmog, té negro y marraqueta tostada. Por la ventana, bajo la luz eléctrica de la esquina, veo las matas de bambú, las palmeras, las olas del río con nombre de santo, y me pierdo.

14.1.08

carta


Hace años que no te escribo una carta. Creo que la última vez fue cuando aún vivías en esa ciudad anárquica y fronteriza del desierto o tal vez en ese pueblo turístico y azulado de la costa, y yo vivía en ese puerto helado del norte o tal vez en centroamérica, salvajamente dolorosa y bella centroamérica. Los inviernos del desierto eran desolados y fríos como a tí te gusta, y las montañas del istmo eran verdes y llovidas, como a mi me gusta. Años después me pregunto cómo es que seguimos conectados, caminando sobre caminos paralelos, tomados de la mano.


9.1.08

insomnia

Después de un paseo trabajólico por la capital de capitalandia, una ciudad entera que labura bajo la sombra del gran falo blanco erigido a la memoria del prócer primogénito de esta patria, vuelvo a casa. Una cerveza, el río, la lectura, la insomnia acecha pero el sueño llega, silencioso, acompañante fiel hasta el amanecer.